jueves, 7 de octubre de 2010


Lic. Débora Arrom
(Matricula Nº35063)

*Psicoterapias Breves
*Depresión, Stress, Ansiedad, Duelos
*Pérdidas, Soledad
*Asesoramiento y Orientación a padres de Niños
y Adolescentes
*Orientación Vocacional-Laboral
*Adultos: Psicoterapia Individual y de Pareja
*Tercera Edad

*Honorarios Institucionales


TEL.:4574-5065
e-mail: deborarrom@hotmail.com

Conflictos de Familia

La familia es el marco que contiene a los miembros que crecen en ella. Se la concibe como un sistema abierto, como una totalidad. Cada uno de los miembros está íntimamente relacionado y, por lo tanto, la conducta de cada uno influirá en los demás.

Cuando la familia atraviesa un conflicto se encuentra sin dirección, está en un momento de desarmonía, desequilibrio, aparecen problemas que no fueron resueltos cuando aparecieron y que quedaron enterrados. El conflicto aparece cuando una situación de tensión presiona a la familia. Requiere ciertos cambios que no se pueden producir por una inflexibilidad o rigidez en ésta, o bien porque supera sus recursos. Las reglas y los roles de la familia se hacen confusos. Los valores y objetivos pierden importancia. Se ceden las expectativas y las prohibiciones.

Una crisis lleva a semejante estado y es necesario un cambio decisivo. Cada cambio implica una nueva adaptación.

Si bien un cambio sería importante, no todos los conflictos dan lugar a que éste se produzca. Esto dependerá de la familia. Siempre que se puede lograr y se hace en momentos de crisis.

Es importante que el cambio que se produzca sea un giro en las reglas que gobiernan el funcionamiento de la familia, es decir, un cambio en el modo de comportarse.

Cuando se piensa en la palabra "conflicto" inmediatamente aparece un sinónimo, "peligro" en la mente de la mayoría de las personas. Un problema, una crisis, son situaciones de peligro porque presentan acontecimientos poco habituales o desconocidas, conlleva la necesidad de un cambio y la consiguiente "pérdida" de algo, que puede empeorar las cosas. Pero al mismo tiempo brindan la oportunidad de crecer y aprender.

Los conflictos no son situaciones patológicas, sino momentos evolutivos, de crecimiento de la familia, que atraviesan todos los seres humanos. No obstante, hay crisis que se acarrean durante toda la vida y que pueden convertirse en disfuncionales si no se logra una solución o cambio favorable.

Un problema fundamental es que las familias no registren el problema, esto es lo que les impide conocer el modo de resolverlo. Por tal motivo se hace necesaria la concurrencia a una terapia familiar para lograr una resolución exitosa. El terapeuta podrá descubrir cosas que la familia no ha podido ver.

Como ejemplos de crisis podríamos citar: las situaciones de infidelidad, la entrada en la adolescencia de los hijos, la muerte de un miembro de la familia, también la pérdida de trabajo, un embarazo precoz de una hija, una mudanza, etc. Son infinitas las situaciones que causan conflictos dentro de la familia. Estas crisis son fundamentales y evolutivas.

Lo que resulta motivo de tensión en una casa, puede no serlo en otra. Dependerá del conflicto y de la vulnerabilidad de la familia a este estresor. Cada familia es única, tiene una historia irrepetible y cuenta con recursos y limitaciones propios de su identidad.

El dilema que plantea la crisis se a resolverá con éxito cuando se logren nuevas respuestas sin abandonar los viejos modelos familiares.

Conflictos de Pareja

Nadie sabe si existe la pareja ideal o si sólo es una ilusión que se desvanece con ell pasar del tiempo. Lo cierto es que muchas personas todavía se aferran a esta esperanza. Sabemos que cada vez hay menos tiempo para dedicarse a pensar sobre estas cuestiones, y mucho menos para disfrutar las horas libres con su pareja. Muchos matrimonios, sobretodo aquellos que ya llevan años de convivencia, parecen haber olvidado las diversiones que compartían en los años de noviazgo.


La realidad es que al comenzar la vida matrimonial cada integrante tiene una idea de cómo será su pareja. Este conjunto de creeencias está determinado por su cultura, educación familiar y otros factores. Sin embargo, todos sabemos que no existe un modelo de pareja ideal. Lo importante es que ambas partes encuentren lo que buscan en el otro. El problema reside en cómo se logra esto.

Es frecuente que se cometa el error de suponer qué piensa el otro, o fantasear sobre sus deseos, dando así paso a los malentendidos.

Saber escuchar es una pieza esencial en este ciclo. Es importante hacerlo en el momento adecuado, recordando siempre que la convivencia es una negociación en la que cada parte expone su parecer para encontrar una solución en común.

En ocasiones, cuando existen conflictos, ambos se enojan, se ponen tensos, volviéndose ciegos y sordos. Esto les impide percibir lo bueno de su relación. Sólo se fijan en las crisis, los desacuerdos, sumándole otro problema a la situación.

Otro tema importante es que en muchos casos se confunde el matrimonio con simbiosis. Teniendo la creencia que la pareja se fusiona, la persona tiene que compartir absolutamente todo y se pierde individualidad hasta llegar a tal punto que comienzan a asfixiarse mutuamente y van perdiendo identidad. Por esta razón, es vital saber diferenciar "lo tuyo, lo mío y lo nuestro". La autonomía e individualidad de cada uno debe ser mantenida en la relación, ya que en definitiva es el proyecto en común el que alimenta y sostiene al vínculo.
La rutina, ¿Cómo contrarrestarla?
La vida en pareja tiene su propio ritmo, y con el tiempo las conductas se van tornando en hábitos. Estos son útiles para la convivencia, ya que gracias a ellos no se debe estar constantemente pendiente de cómo se comportará la otra persona. Pero como todo en la vida, tienen sus desventajas. muchas veces los hábitos se transforman en rutina.

La rutina desgasta a la pareja porque se comienza a sentir que que no hay nada nuevo en el horizonte. Cuando se empieza a experimentar la relación como algo "rutinario", es necesario no preocuparse, porque existen ciertas actitudes y comportamientos que se pueden adoptar para contrarrestar esa sensación displacentera:

* Nunca dar por segura la relación. Mantener una actitud de conquista y seducción diaria.
* Compartir sus emociones y sentimientos con su pareja, y hablar acerca de ellos.
* Hacer concesiones y negociar cuando surjan discrepancias.
* Nunca dejar que los malentendidos se acumulen.
* Escuchar atentamente los reclamos de manera abierta y comprensiva, evitando una reacción defensiva y procurando el diálogo.
* Intentar mantener su propio espacio personal y sus propias aficiones y amistades. Satisfacer sus propias necesidades. Cuanto mejor ese está con uno mismo, mejor podrá estar con los demás.
* Respetar la intimidad de su pareja.
* Cuidar la intimidad de la pareja (viajar solos, sin hijos, ni amigos).
"tiempo muerto" para recomponerse y no para ver si el otro se calma.
2. Informar al otro claramente dónde va a estar y cuánto tiempo permanecerá en esa situación.
3. Hacer clara su disponibilidad para hablar del tema.

Expectativas insatisfechas: ¿Qué hacer con ellas?
Es fundamental explorar las expectativas mutuas acerca de la pareja para evitar que surjan conflictos ocultos. La mayoría de las veces que se dispara un conflicto sucede porque las creencias intimas de cada uno no han sido satisfechas.

Las expectativas juegan un papel fundamental en la formación de una pareja y se van formando a lo largo de la vida a partir de la influencia de la familia de origen, la cultura en la que se vive y las relaciones de pareja anteriores. Pueden funcionar como motor de conexión e intimidad con la pareja, pero también como fuente de frustración.

Existen tres pasos simples para poder manejarlas y así evitar enfrentamientos:

* Saber qué es lo que se espera del otro.
* Las expectativas tienen que ser razonables y realistas.
* Ser claro cuando se expresa lo que se espera del otro.

Muchas veces se da por sentado que la pareja sabe lo que el otro quiere y entonces uno no se molesta en explicarle. Pero es muy común que lo que se desea muchas veces no coincida con lo que el otro ofrece. Es frecuente escuchar a las parejas decir que cuando tienen que pedir es porque algo anda mal en la relación, y que el mismo hecho de pedir hace que pierda todo sentido. La verdad es que no se puede confiar en la adivinación de pensamiento de la otra persona. Cuando se pide algo y el otro responde le está demostrando amor y compromiso.

Cuando las expectativas de uno no son comprendidas por el otro, entonces los conflictos subyacentes emergen al instante. Uno se siente incomprendido porque el otro no supo descubrir lo que deseaba.

Es importante trabajar con las expectativas mutuas acerca de la relación para enfrentar los problemas de pareja como un equipo.



Para concluir, la pareja ideal se construye día a día, alimentándose en los lazos de la comunicación, el respeto mutuo y un proyecto común, aceptando que los conflictos son una pieza más de toda relación humana.

miércoles, 5 de mayo de 2010

AFRONTAR LA ENFERMEDAD

Todo trastorno o enfermedad debe considerarse como un fenómeno simultáneamente biológico, psicológico y social. Se deben descartar las hipótesis que plantean que lo biológico o genético tiene mayor preponderancia sobre lo psicológico o a la inversa: que lo psicológico predomina por sobre lo biológico.



Partiendo desde esta perspectiva el planteo de que toda enfermedad física puede ser abordada con tratamiento psicológico y médico presupone un abordaje multidisciplinario y brinda, de acuerdo a los resultados de varias investigaciones, mejores posibilidades de recuperación y adaptación a la enfermedad.

El tratamiento psicológico para pacientes enfermos tiene como objetivo mejorar la calidad de vida y la adaptación tanto de la persona enferma como de los miembros de su familia a la enfermedad.

Es importante considerar y evaluar el estilo de afrontamiento y el nivel de ajuste o adaptación propio ante la enfermedad. Por estilo de afrontamiento se entiende el conjunto de habilidades y competencias que posee la persona para manejar situaciones estresantes o problemáticas. Por ejemplo, las personas con un estilo de afrontamiento evitativo, ante el diagnóstico de la enfermedad serán proclives a callar o negar todo lo que a ella respecta, además evitarán informarse sobre los procedimientos quirúrgicos o pasos del tratamiento. Quien tenga un estilo de afrontamiento más activo procurará leer la mayor cantidad de información posible y acosará a los especialistas con preguntas.

En la vida diaria se observa que hay personas que parecen ser más capaces que otras para enfrentar ciertos problemas. Generalmente se dice que son "más fuertes", "más capaces". Pero la verdad es que esta habilidad se aprende. La propuesta de esta sección es enseñarle a enfrentar la enfermedad como una problema más de la vida diaria y para ello el punto de partida es una actitud proactiva, optimista y sobretodo competente.

El estilo de afrontamiento y el nivel de adaptación a la enfermedad depende en gran medida:

* del grado de patología,
* de la etapa del ciclo vital,
* de los efectos de los tratamientos
* del nivel y modo de información que reciba,
* del apoyo social y recursos ambientales,
* así como de las competencias del paciente para hacer frente al estrés y la disponibilidad de tratamiento psicológico.

Modos en que la enfermedad afecta al cuerpo

* Dolor o malestar.
* Discapacidad.
* Estética.
* Cambios anatómicos.
* Limitaciones funcionales.
* Fatiga.
* Debilidad.
Objetivos que uno debe proponerse:

* Aliviar los síntomas de la enfermedad y el malestar emocional.
* Expresar los propios sentimientos. Aceptando que es normal la aparición de reacciones negativas como la ira, depresión o sentimientos de vulnerabilidad como parte de toda situación estresante.
* Hacer el duelo por las pérdidas en cuanto a planes, y funcionamiento físico. Establecer nuevas metas realistas.
* Intentar seguir el mismo estilo de vida antes de la aparición de la enfermedad. Maximizar la calidad de vida. Planificar el uso del tiempo y reorganizarlo en función de las actividades cotidianas incorporando los tratamientos necesarios. Aprender a convivir con la enfermedad.
* O cambiar ciertas actividades cotidianas. Muchas personas tienen que aceptar que deben relegar varias tareas o que simplemente deben dejar algunas e intentar reemplazarlas por otras. Por ejemplo, las personas acostumbradas a una actividad deportiva exigente probablemente se vean obligadas a reemplazarla por otras de tipo más tranquilo.
* Muchos se ven obligados a pedir licencia o dejar sus trabajos. Esto contribuye a disminuir sus autoestima y las hace aun más vulnerables a la enfermedad. Tal vez sea el momento para dedicarse a lo que siempre han querido, pero nunca tuvieron tiempo. Clases de pintura, cerámica, manualidades y yoga son recomendadas, así como también la asistencia a distintos cursos de especialización en su profesión. La adquisición de nuevos intereses y nuevos talentos ayuda a atravesar la etapa de la enfermedad.
* Comprender el propio estilo de afrontamiento frente a situaciones estresantes. Tomar las decisiones más adecuadas con respecto al tratamiento.
* Aumentar la sensación de control sobre la propia vida. La creencia de que uno puede luchar contar su enfermedad y no permitirle que tome control de su vida es parecido a pelear contra un enemigo. Para poder ganar es necesario poder creer que uno puede ganar. Los deportistas suelen prepararse física y mentalmente para competir. Y esto es justamente lo que se necesita para superar una enfermedad y muchos lo llaman: espíritu de lucha. Acepte el diagnóstico, pero desafíe el pronóstico.
* Preservar las relaciones sociales.
* Es importante el cuidado de la imagen corporal, dado que la mayoría de las personas que atraviesan serias enfermedades tienden a dejar de cuidar su aspecto, o éste se ve alterado por una intervención quirúrgica. Esto repercute aun más en su estado de ánimo y su autoestima. Es muy probable que su mal aspecto les dificulte la interacción con los demás y perjudique una fuente de apoyo. Las personas enfermas tienden a aislarse socialmente. Mejorar su imagen así como su funcionamiento autónomo e independiente es de suma importancia.

Consecución de objetivos

* Para conseguir felicidad y salud es necesario proponerse y conseguir objetivos que satisfagan las necesidades propias. Luchar para conseguir estos objetivos equivale a afirmar que cada uno ha de encargarse de su propia vida, en lugar de dejar que la vida se encargue de cada cual.

martes, 6 de abril de 2010

La Autoestima

Una forma clara de entender el concepto de autoestima es la que plantea Branden (1993), correspondiente a "una sensación fundamental de eficacia y un sentido inherente de mérito", y lo explica nuevamente como la suma integrada de confianza y de respeto hacia sí mismo. Se lo puede diferenciar de autoconcepto y de sí-mismo, en que el primero atañe al pensamiento o idea que la persona tiene internalizada acerca de sí misma como tal; mientras que el sí-mismo comprende aquel espacio y tiempo en que el Yo se reconoce en las experiencias vitales de importancia que le identifican en propiedad, algo así como el "mi".


El punto de partida para que un niño disfrute de la vida, inicie y mantenga relaciones positivas con los demás, sea autónomo y capaz de aprender, se encuentra en la valía personal de sí mismo o autoestima. Hablar de autoestima es hablar de percepciones, pero también de emociones fuertemente arraigadas en el individuo. El concepto encierra no sólo un conjunto de características que definen a un sujeto, si no además, el significado y la valoración que éste consciente o inconscientemente le otorga.
La comprensión que el individuo logra de sí mismo -por ejemplo, de que es sociable, eficiente y flexible- está en asociación con una o más emociones respecto de tales atributos. A partir de una determinada edad (3 a 5 años) el niño recibe opiniones, apreciaciones y -por qué no decirlo- críticas, a veces destructivas o infundadas, acerca de su persona o de sus actuaciones. Su primer bosquejo de quién es él proviene, entonces, desde afuera, de la realidad intersubjetiva. No obstante, durante la infancia, los niños no pueden hacer la distinción de objetividad y subjetividad. Todo lo que oyen acerca de sí mismos y del mundo constituye realidad única. El juicio "este chico siempre ha sido enfermizo y torpe" llega en forma definitiva, como una verdad irrefutable, más que como una apreciación rebatible. La conformación de la autoestima se inicia con estos primeros esbozos que el niño recibe, principalmente, de las figuras de apego, las más significativas a su temprana edad. La opinión "niño maleducado" si es dicha por los padres en forma recurrente, indiscriminada y se acompaña de gestos que enfatizan la descalificación, tendrá una profunda resonancia en la identidad del pequeño.


En la composición de la valía personal o autoestima hay un aspecto fundamental que dice relación con los afectos o emociones. Resulta que el menor se siente más o menos confortable con la imagen de sí mismo. Puede agradarle, sentir miedo, experimentar rabia o entristecerlo, pero en definitiva y, sea cual sea, presentará automáticamente una respuesta emocional congruente con esa percepción de sí mismo. Tal es el componente de "valía", "valoración" o "estimación" propia. En forma muy rudimentaria el niño está consciente de poseer -quiéralo o no- un determinado carácter o personalidad y eso no pasa inadvertido, le provoca una sensación de mayor o menor disconfort. Inclusive, es más factible que él identifique muy claramente el desagrado que le provoca el saberse "tímido", sin tener clara idea de qué significa exactamente eso. Sólo sabe que no le gusta o que es malo.
Sólo en la adolescencia, a partir de los 11 años aproximadamente, con la instauración del pensamiento formal, el joven podrá conceptualizar su sensación de placer o displacer, adoptando una actitud de distancia respecto de lo que experimenta, testeando la fidelidad de los rasgos que él mismo, sus padres o su familia le han conferido de su imagen personal.
Siendo la identidad un tema central de esta etapa, el adolescente explorará quién es y querrá responderse en forma consciente a preguntas sobre su futuro y su lugar en el mundo. La crisis emergente tendrá un efecto devastador si el joven ha llegado hasta aquí con una deficiente o baja valoración personal. La obtención de una valoración positiva de sí mismo, que opera en forma automática e inconsciente, permite en el niño un desarrollo psicológico sano, en armonía con su medio circundante y, en especial, en su relación con los demás. En la situación contraria, el adolescente no hallará un terreno propicio -el concerniente a su afectividad- para aprender, enriquecer sus relaciones y asumir mayores responsabilidades.


Corresponde a la necesidad de saberse alguien particular y especial, aunque tenga muchas cosas parecidas a sus hermanos u otros amigos. La noción de singularidad implica también, espacio para que el niño se exprese a su manera, pero sin sobrepasar a los demás. La condición de singularidad también entraña el respeto que los demás le manifiestan y que será para él un parámetro de la seriedad con que lo consideran. Otra característica, que promueve la singularidad, se relaciona con el incentivo a la imaginación. El hecho de permitirle crear e inventar le sirve para reconocer lo distinto que puede ser su aporte, fomenta su flexibilidad y la valoración de sus propias habilidades.

La ausencia o distorsión de cualquiera de estas condicionantes repercutirá en la manera en que el adulto se verá a sí mismo y a los demás. La carencia de pautas en el individuo conllevará al desinterés, a la desadaptación, a actuar en forma irresponsable y en base a valores difusos. La falta de poder instigará la dependencia, el sentimiento de inferioridad y la inseguridad. Las relaciones que el individuo buscará establecer tendrán una connotación de sumisión y/o arbitrariedad, pues querrá obtener el mayor control al mínimo esfuerzo. El adulto que se vio limitado en su demanda de singularidad, presentará notorias inhibiciones en su contacto social, será poco flexible y exacerbado en su afán de perfeccionismo. La escasa o nula vinculación se manifestará como una actitud de resentimiento, falta de generosidad, narcisismo y/o una marcada desconfianza hacia los demás.
No obstante, estas condicionantes distan de transformarse en reglas. En el fenómeno de la resiliencia, Kotliarenco (1994), plantea que existen casos de niños que a pesar de crecer rodeados de un medio con factores de riesgo social y de vivir permanentemente en situaciones de estrés, logran no adaptarse a los modelos de su medio y, contra todo pronóstico, llegan a tener una vida saludable, alcanzan metas académicas, realización personal y logros económicos. Algunos autores han explicado este proceso con la presencia de una condicionante básica: la afectividad. El hecho de que estos niños reciban cariño incondicional de al menos una persona, puede ser un factor de intervención positiva que altera el curso del desarrollo, protegiendo a estos menores de la agresión ambiental.

En el mejor de los casos, la presencia de las condicionantes en el lecho familiar permitirá un desarrollo pujante que se completará en forma sucesiva -más que simultáneamente- gracias a la cooperación de otros agentes de vital importancia, como son el grupo de amigos o pandilla, las primeras relaciones afectivas con el sexo opuesto, el colegio y otras instituciones o agrupaciones de referencia. Así, al final del proceso encontraremos a un adulto íntegro que reúne una serie de atributos de no fácil detección. En la gestualidad, la expresión y los movimientos de este adulto se observa armonía y felicidad. Los logros y fracasos son expuestos de la misma manera, directa y francamente. Están abiertos a recibir críticas, pues son flexibles y les interesa obtener el mayor provecho de las posibilidades que le ofrece la vida. El adulto con autoestima positiva es capaz de trabajar incesantemente por los objetivos que se ha planteado, es consciente, a la vez responsable de sus actos. En él está presente la espontaneidad, se alegra de recibir expresiones de cariño, mientras que nada lo limita a ofrecer sus propias manifestaciones de afecto.

miércoles, 24 de febrero de 2010

Adicto a Internet

Es evidente que Internet está produciendo un rápido cambio en las costumbres y modos de vida de las personas, ya que en cierto sentido está modificando la forma en que nos relacionamos unos con otros.

Diversos estudios ,al respecto, encontrando que un gran uso de Internet estaba asociado con un decremento en la comunicación con los miembros de la familia en el hogar, un decremento en el tamaño de su círculo social y un incremento en su depresión y soledad.

La relación entre un alto uso de Internet y el incremento en los niveles de depresión ha aparecido en varios estudios. Sin embargo, existe aún mucha controversia sobre si la depresión es la causa o el efecto de la adicción a Internet. Según Pratarelli y cols. (1999), se produce un ciclo en el que la soledad y la depresión alimentan el uso del ordenador/Internet, y esto lleva a una mayor soledad y depresión. Esto se explicaría por una conducta compensatoria según la cual la actividad de los usuarios se incrementa a medida que aumentan sus sentimiento de incomunicación.

El medio en el que se desenvuelve la adicción acarrea también una serie de cambios psicológicos negativos, consistentes en alteraciones del humor, ansiedad o impaciencia por la lentitud de las conexiones o por no encontrar lo que se busca o a quien se busca, estado de conciencia alterado (total focalización atencional), irritabilidad en caso de interrupción, incapacidad para salirse de la pantalla, etc.
Uno de los aspectos que diferencian a una adicción psicológica de una adicción química es que la primera no tiene las terribles consecuencias físicas negativas que puede tener esta última. Aun así, en el caso de la adicción a Internet también se han señalado alguna consecuencia, sobre todo las derivadas de la privación de sueño , que se produce por la inhabilidad del adicto a cortar la conexión, permaneciendo despierto hasta altas horas de la madrugada, lo cual podría dar lugar a fatiga, debilitación del sistema inmunitario y un deterioro de la salud.

Los problemas surgidos de la dependencia trascienden el ámbito de lo intrapersonal. Desde un punto de vista sistémico, los efectos negativos de la adicción se expresan en los ámbitos familiar, académico y profesional . El adicto se aísla del entorno y no presta atención a otros aspectos de las obligaciones sociales . Los motivos que llevan a caer en la dependencia son muy variados. La soledad, la inseguridad, problemas sentimentales, de trabajo, el aburrimiento por falta de otras actividades, desórdenes psíquicos como depresiones, complejos o neurosis son sólo algunas de las muchas causantes de la adicción, no solo a Internet, sino también al alcohol, las drogas y a otra forma de huir de la realidad: la televisión.

El proceso por el cual una persona se convierte en adicto es siempre una interacción de factores relativos al objeto de la adicción, a las características de la persona que la hacen vulnerable y al entorno social. Los intentos de determinar las causas de la adicción a Internet deben de tener en cuenta que la conducta problema se desarrolla en un contexto virtual que no tiene por que seguir las leyes del mundo real.


Las relaciones sociales son algo que resulta reforzante para la mayoría de las personas, sin embargo la mayoría de las veces no tenemos libre acceso a ellas por el límite que impone la sociedad o nosotros mismos. En las salas de chat se rompen todas esas reglas, una persona puede dirigirse a otra, decir lo que se le antoje, sentirse escuchada... y dejar de hacerlo cuando le apetezca, sin represalias.


La adicción a Internet como cualquier otra adición cultural o social puede asimilarse en muchos aspectos a la adicción a sustancias . Algunas personas que utilizan Internet de forma abusiva, casi exclusiva y descontrolada e interfiriendo con su vida social y/ o laboral y/ o y abandonando otras actividades, pueden generar una adicción a Internet . En la adicción al sexo en Internet es fácil hallar signos y evidencias de adicción tanto a Internet como a la búsqueda de estímulos sexuales en la red para realizar las propias fantasías o conductas relevantes en el trastorno.